martes, 15 de septiembre de 2015

ALFA Y OMEGA

Metafísicamente todos los caminos van a dar  el punto cero de la manifestación, origen y a la vez fin de todas las existencias, o en expresión cristiana 'el Alfa y el Omega', el origen y el fin. 


Esta analogía con el Alfa y la Omega, tan habituales en el arte románico, nos aporta nuevas pistas sobre su significado. Ya hemos hablado de las 'aguas primordiales' y del signo de Cáncer como símbolos del principio y el fin de la manifestación.  





Este símbolo gráfico, que representa habitualmente la concha de peregrino y que pone el énfasis, como se aprecia, en las estrías de la concha -las vías- puede ser leído en un doblesentido: 
  • como rayos que irradian de ese centro.
  • como caminos que confluyen hacia dicho centro.
En el primer caso, el punto cero del que irradian los rayos, sería el punto de origen de la manifestación y por tanto el 'Alfa'. Si optamos por la segunda interpretación el punto en que se unen todos los rayos o senderos correspondería al punto final de la manifestación, su recapitulación, y por tanto el punto 'Omega'. Debe ser entendido que en cualquiera de los casos este punto cero es 'sin extensión' y 'no-manifestado' de ninguna manera, aunque contiene en sí potencialmente toda la manifestación.

Estamos ante un símbolo universal, de carácter marcadamente solar, que ya se encontraba en el antiguo Egipto bajo la forma del Akhet, el horizonte solar, y que podía ser entendido como un sol naciente o como un sol poniente. Aunque su significado más habitual era este último,  el de sol poniente, guardaba siempre -como tantos símbolos tradicionales- una cierta ambigüedad, la posibilidad de ser lo contrario, lo que por otra parte conlleva la idea de resurrección, renacimiento y nuevo comienzo -ideas todas ellas que ya hemos visto que la tradición cristiana asocia también con la concha de vieira-.




Jeroglífico egipcio del Akhet u 'horizonte' 
que representa al sol poniéndose en el desierto de occidente, 
la 'tierra de los muertos' de los egipcios.



El Akhet esculpido en relieve.



Símbolo del Shen egipcio. 
Este símbolo, cercano al anterior, es interpretado por los egiptólogos 
como una representación del 'ciclo solar' más que del disco solar mismo.
De él proviene al parecer el cartucho que contenía los nombres de los faraones.

Indicaremos de pasada que ambos símbolos podrían relacionarse con las 'puertas solsticiales' como 'límites' del transcurso solar, elPlus Ultra y los 'dos san Juan', 
temas que ya hemos tratado en este blog (véase aquí). 



La idea del sol que se pone en el horizonte pone en relación este símbolo de la vieira con otro símbolo astrológico: el signo de Libra. Y el signo de Libra se parece asombrosamente al Akhetegipcio: 




Ahora bien, el signo de Libra es un signo cardinal que se asocia precisamente con el equinoccio de otoño, es decir con el punto en que el día y la noche tienen igual duración -igual peso- en la mitad descendente del ciclo solar. Recordemos asimismo que el punto opuesto de la trayectoria solar, el equinoccio de primavera, es asociado a la Pascua y la Resurrección. Este carácter equinoccial asociado a la mitad descendente del año nos indica en primer lugar que el signo debe ser leído como un sol poniente y no como un sol naciente. 

Esto es a su vez confirmado por el parecido que guarda el glifo de Libra con la última letra del alfabeto griego, que ya hemos citado antes y que, precisamente, representa en el arte medieval el fin de la manifestación: la Omega. De hecho el signo de Libra se asemeja a una letra omega con otra línea horizontal debajo. Si tomamos la letra omega como un símbolo esquemático de una puesta de sol y vemos que bajo dicho ocaso hay aún otro horizonte más, ¿podríamos estar ante una referencia gráfica a las 'aguas superiores' y las 'aguas inferiores'? 



     
Letra Omega. 
Nótese el parecido de esta letra con los símbolos ya citados 
del Akhet y el Shen egipcios. 



Pero hay más datos que confirman esta idea de que Libra representa una puesta de sol en el horizonte. El signo de Libra en la catedral cristiana medieval corresponde a la puerta occidental de la misma, la que mira a poniente precisamente. Libra se representa a menudo por una balanza, símbolo de equilibrio y la justicia, lo cual es en el cristianismo -como lo era también en la mitología egipcia, curiosamente- un símbolo asociado al Juicio Final. Juicio Final que aparecía frecuentemente en el portal occidental de las catedrales medievales, que mostraba el momento en que Cristo regresaría en Gloria y Majestad a juzgar a vivos y muertos. No cabe duda de que el signo de Libra se asociaba en la cultura medieval a este Juicio último en que sería separado el grano de la paja, unos serían apartados para su salvación y otros para su condenación eterna.  

Obviamente no es la muerte física de lo que se trata aquí, sino de un suceso posterior a ella: el juicio del alma. El sol, que es el Intelecto puro, iluminará con su luz espiritual todas las acciones del alma y estas serán así mostradas a la luz de la Verdad y pesadas en la balanza de la Justicia divina. Entonces se dirimirá qué ha tenido más peso, la luz o la oscuridad -la noche y el día iguales del equinoccio- para esa existencia particular y su camino será uno u otro dependiendo del veredicto.





Detalle del cuadro 'Mujer con balanza', de J. Vermeer. 
Esta obra también es conocida como 'La tasadora de perlas',  
si bien la balanza se encuentra vacía, 
en alusión quizá a que lo que va a ser pesado en ella sea el alma de la mujer y no sus bienes. 

Sin negar el carácter moralista que ha sido atribuido al cuadro por parte de la crítica, dado el abundante simbolismo presente así como el carácter alegórico de muchas otras obras del autor, este cuadro podría interpretarse perfectamente como una curiosa e inédita alegoría del signo de Libra, pues se hallan presentes todos los símbolos que venimos citando como asociados al simbolismo de las aguas primordiales y el 'tesoro oculto' en ellas: la balanza, el Juicio Final que presenta la pintura detrás de la mujer y hasta las mismas perlas.  



Debemos hacer una aclaración final que creemos resultará esclarecedora para entender mejor todo lo que llevamos dicho. 

Para la mitología egipcia, una vez muerto el sol -que debe ser entendido en sentido esotérico como la conciencia más pura del ser individual, de la cual el sol físico es su símbolo y como su manifestación visible en el mundo[1]-, éste realizaba su viaje nocturno por el inframundo, su descenso a los infiernos, al oscuro mundo de los muertos [2] para volver a surgir triunfante en un nuevo amanecer. Todo esto no debe ser entendido en modo alguno como una explicación de la realidad natural, como se pretende; de lo que se trata cuando hablamos de mitos sagrados de una tradición es de expresar una enseñanza espiritual y metafísica mediante símbolos fácilmente "captables" por los sentidos e intuitivamente comprensibles para el entendimiento humano. Es al perder esta facultad intuitiva-como es el caso del hombre moderno-, tan cercana a la capacidad simbólica y al don poético, que aparecen las interpretaciones literales de los mitos. No se trata de que el sol muera y resucite en sentido literal sino de que el viaje del sol es una metáfora privilegiada porque se muestra en la naturaleza y es observable para todos los hombres, metáfora que debe fortalecer la fe del hombre en su resurrección tras la muerte. Es de una enseñanza esotérica que se ha de grabar a nivel profundo en el alma del hombre y no de un cuento para explicar la naturaleza ni el universo de lo que aquí se trata. 

Dicho esto, digamos que el camino nocturno del sol hasta su reaparición por el este -vale decir hasta su resurrección- es figurada en la mitología egipcia por el escarabajo, el Jepri, símbolo del renacimiento y la resurrección en el Egipto antiguo como es conocido. El escarabajo -animal necrófago- empuja una bola de excremento que es como el sol en un estado invertido, oculto, una especie de 'sol negro', pues es en todo contrario a su esencia luminosa -simboliza el espíritu en su noche oscura, donde no brilla, careciendo así de su cualidad fundamental-, pero que guarda la potencia de lo que será. He aquí todo el simbolismo de la muerte como puerta necesaria de atravesar para alcanzar la gloriosa resurrección y la nueva vida, simbolismo presente en el cristianismo, la alquimia o el budismo, por citar unos ejemplos bien conocidos. En la alquimia se dice incluso que de la putrefacción del 'cuerpo muerto' saldrá un suave olor a flores. Es decir, las posibilidades inferiores de ese ser particular 'deben ser completamente agotadas', como dijera René Guénon refiriéndose a la 'iniciación efectiva'. Dicho de otro modo, toda iniciación requiere para completarse y hacerse efectiva de un descenso a los infiernos que supone una verdadera muerte -al modo de existencia anterior- del iniciado, que consuma los restos o depósitos psíquicos que constreñían la existencia anterior -los samskaras del hinduismo-, muerte sin la cual no se puede nacer de nuevo[3]. 

Si el escarabajo representa este viaje oculto e infernal del sol -y por tanto de la conciencia suprema, el Atman hindú- debe ser él quien conserve las potencias solares, recogidas y como hibernadas -apagadas- en la bola de estiércol que transporta hasta que dé comienzo un nuevo ciclo de manifestación. Dicho de otro modo, el escarabajo es el guardián del sol -del espíritu- en su viaje por el inframundo, es así un psicopompos cuya misión es proteger y guiar a los muertos -o a los iniciados- hasta el nuevo comienzo, el nuevo nacimiento. 


Fuente: http://agnosis2.blogspot.pe/2014/02/simbolos-del-camino-de-santiago-la_23.html

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